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Chapi - Margarita la tornera

Margarita la tornera
Ruperto Chapí
Libreto de Carlos Fernández Shaw

Margarita - Elisabete Matos; Don Juan - Plácido Domingo; Gavilán - Stefano Palatchi; Don Lope - Ángel Ódena; Sirena - Ángeles Blancas; "La tornera" - María Rey-Joly

Orquesta Sinfónica de Madrid, Coro de la Orquesta Sinfónica de Madrid
Dirección musical: Luis Antonio García Navarro


RTVE Música 65169 (2-CD)
[Grabación en directo de las representaciones de los días
16 y 19 de diciembre de 1999 en el Teatro Real de Madrid]

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Los hombres ambiciosos arriesgan mucho. Ya decía con acierto Robert Browning en su poema Andrea del Sarto que "un hombre debería ser capaz de tocar aquello que cae fuera del alcance de su mano; de no ser así ¿para qué existiría el Olimpo?". Pero incluso cuando aquello que resulta accesible no es excepcionalmente bueno (como le ocurrió a Chapí con la que fuera su última tentativa de alcanzar la gloria en el escurridizo terreno de la ópera española) el intento de trascendencia no resulta estéril. De cualquier manera, tal fue el esfuerzo que dedicó el músico a componer Margarita la tornera que su salud se resintió acelerando su desaparición; Chapí muere a un mes escaso de haber estrenado la obra. En cuanto a otro esfuerzo, el de escucharla ...¡Heaven preserve me!

La historia es convincente. Margarita, monja tornera en un convento de Palencia, es seducida por un viejo conocido del público, Don Juan, aunque éste pronto se enamora de otra mujer más mundana, la bailarina Sirena. En el transcurso de una fiesta Don Juan hiere al amante de Sirena; Margarita, en un gesto desinteresado, le ayuda a huir de la justicia. Dos años después de estos hechos Margarita rechaza con decisión el amor de un regenerado Don Juan y decide retornar a su convento. Pero al llegar al cenobio comprueba cómo la tornera sigue aparentemente en su puesto; y es que la mismísima Virgen, accediendo a los ruegos de Margarita, la ha suplido milagrosamente durante su ausencia. Como también ocurre en El milagro de la Virgen (zarzuela grande del propio Chapí en la que la protagonista femenina tras padecer terribles sufrimientos en este mundo comprueba que todo había sido un sueño) Margarita no redime sus pecados sino que recibe el perdón a cambio de nada. En el texto subyace una invitación a la reflexión acerca del valor moral de ciertas actitudes como la abstinencia, la inocencia o la vivencia mística frente a otras como el vicio, la experiencia vital o la pasión carnal.

Ruperto Chapi
Ruperto Chapí

No puedo resistir la tentación de desplazar el objeto de mis divagaciones desde la obra musical cuya grabación critico hacia el artículo de Luis G. Iberni que aparece en el libreto del propio disco. Este texto muestra a un Iberni enormemente persuasivo; sus aseveraciones hacen reflexionar. Acierta Luis G. Iberni al combatir el anticuado aserto de que la música española tiene su principio y fin en la obra de Pedrell y de sus grandes discípulos Albéniz, Granados y Falla. Los zarzueleros, de Barbieri y Gaztambide en adelante tienen un lugar en la historia de la música por derecho propio y su obra no requiere operaciones de rescate, ya que se interpreta con regularidad.

Comienza Iberni su texto con una toma de postura provocativa a más no poder: “Chapí ... es, podemos decirlo sin ninguna duda, el creador lírico dramático español más importante de todos los tiempos”. Si sólo tenemos en cuenta aspectos como su fertilidad creativa, sus conocimientos técnicos o su variedad estilística es difícil discutírselo. Pero considerando los referentes estilísticos de Iberni –Puccini y el verismo, Ponchielli, Wagner, Berlioz, Saint-Saëns, Richard Strauss– podemos tener una visión más real del problema de Margarita..., que queda sin embargo un poco desdibujado cuando se lanzan bravatas tales como que si Chapí hubiera vivido más años “es muy probable que nos hubiera ofrecido una trayectoria no muy distinta a la de Janacek, el único compositor de su generación que está a su altura lírico dramática”.

Una virtud de Janacek (mostrada ya cuando era un principiante) y no compartida por Chapí fue la de tener personalidad musical propia. A pesar de poseer gran sentido dramático y dotes brillantes para la orquestación y para el tratamiento armónico y contrapuntístico en sus composiciones, Chapí carece en Margarita... de auténtico “genio”. Incluso en una versión considerablemente recortada como ésta, salta a la vista inmediatamente la constante falta de variedad temática. Hay algunos momentos brillantes como los mágicos cambios armónicos del tema descendente de la cuerda asociados, en los actos primero y tercero, con las plegarias de Margarita a la Virgen o la inteligente secuencia de arpegios del viento madera, detonantes del milagro, pero nada en la partitura llega a adquirir profundidad. Gran parte de la música tiene una eficaz capacidad evocativa pero no pasa de ser tan buena o tan mala como cualquiera de las óperas francesas o italianas de su tiempo; tiene con ellas Margarita... un parecido formal y melódico innegable.

Iberni destaca la zarabanda cantada por Sirena en la escena de la fiesta (acto segundo) como prueba irrefutable de la fuerte influencia que jugó Chapí en el estilo “español” de Falla. Sin embargo olvida que la primera versión de La vida breve es cinco años más antigua que Margarita... y que fue compuesta bajo la influencia de La tempranica. Chapí consolidará esa línea y en este sentido la deuda histórica para con él es grande; pero la puesta en valor de su música ha venido por otros derroteros: las numerosas muestras de inspiración de sus mejores zarzuelas (La revoltosa, La bruja y quizá Curro Vargas) dan mejor cuenta de su maestría que partituras tan desaborías como esta Margarita...

Ella, Margarita, es la gran protagonista de la obra; Elisabete Matos asume con valentía este papel tan complejo y duro. La metamorfosis del último acto desde el rechazo del amor humano a la consiguiente apoteosis mística alcanza de su mano cotas interpretativas altísimas. Lo de Plácido Domingo raya en lo milagroso; a pesar de contar con una voz algo más débil que en sus mejores momentos sabe controlarla y manejarla con extraordinaria sensibilidad. Su encarnación de Don Juan es tan apasionada y gentil que nos hace entender perfectamente hasta qué punto las dudas de Margarita están fundamentadas.

Ángeles Blancas construye en el número que protagoniza una Sirena con un irresistible poder de seducción, pero su personaje queda desdibujado por los cortes sufridos por la partitura en la producción que ha originado esta grabación. Sin embargo Stefano Palatchi, en ese papel trasunto del Leporello que le toca interpretar, queda por debajo del nivel requerido: canta toda su parte con pesadez aunque también es verdad que Chapí otorga a Gavilán algunos de los pasajes más prosaicos de la partitura. García Navarro (a las puertas ya de la muerte) dirige con tanta convicción la obra que es difícil pensar en un mejor valedor de Chapí. Sólo nos queda por añadir que este disco es de obligada escucha para cualquier amante de la lírica española. La fuerza que emana de las representaciones en las que se grabó es la gran responsable de su valor; pero ya lo advertimos, no se va a encontrar en él la obra excepcional que encumbra a un artista.

© Christopher Webber 2003,
traduccion española © Ignacio Jassa Haro 2003.

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