Un análisis sobre el peso relativo y la importancia de uno frente al otro, nos llevaría a largas discusiones, sin llegar seguramente a un resultado contundente. Son muchos los que piensan que es preponderante la música frente al texto y menos los que opinan al contrario. Es conveniente que cada cual tenga su propio criterio al respecto y esperamos que una vez leído este artículo, tengamos algo mas de información que nos permita clarificar nuestras ideas. Dejaremos planteadas y en el aire unas preguntas, que nos hagan recapacitar y pensar sobre este tema: ¿Es más fácil recordar una melodía o un texto? ¿Es más fácil reflejar un estado de ánimo o un sentimiento a través de la música o del texto? ¿Somos conscientes del texto correspondiente a las melodías? ¿Quiénes fueron aquellos libretistas que acompañaron y deleitaron a nuestros antepasados? Estas y otras preguntas, quedarán en el aire y servirán de punto de reflexión sobre el tema Pero ¿qué es el libreto? Podemos decir de una forma simple y clara, que se trata de un grupo de conceptos tales como: la idea, el argumento, el hilo conductor, el diálogo, la versificación y todo ello no solo en la parte declamativa sino también en la cantada. ¿Qué sería del enfrentamiento ente Felipe y Mari Pepa en La revoltosa, sin su texto? ¿Qué sería de la entrada de Juan, en Los gavilanes? ¿Cómo sería el "madrileña bonita" de La del manojo de rosas, sin su letra? ¿ Qué sería del dúo de Fernando y Francisquita del segundo acto o de la romanza de Fernando "por el humo..." de Doña Francisquita? ¿O de la romanza de Vidal de Luisa Fernanda? ¿ O de la romanza de Rafael de La Dolorosa?.... Si observamos el contenido y la ambientación de los libretos a lo largo de los mas de trescientos años de existencia de nuestra zarzuela, sin entrar en grandes detalles, observamos que existe un claro paralelismo con los argumentos que en cada momento dominan en el teatro no musical. Pero también se observa una gran influencia, como no podía ser de otra forma, del ambiente que se vive en esos momentos en el país. En los albores del género zarzuelístico, segunda mitad del siglo XVII, los argumentos reflejan problemas humanos trasladados al campo mitológico. En el siglo XVIII, de la mano de los sainetes y tonadillas, se representan escenas populares directamente transportados al escenario. El libreto evoluciona a mediados del siglo siguiente para recordarnos temas cortesanos, en los que los personajes del pueblo alternan con los de la corte. En el último cuarto del siglo XIX, con la aparición del género chico (recordemos que es chico por su duración y no por su contenido), se extraen del pueblo sus escenas habituales, se las adereza de diálogos chispeantes, vivos, a los que se añaden nuevos palabras, que posteriormente se impregnan en el habla popular. Por último, a lo largo del siglo XX y con la reaparición de la zarzuela grande, los libretos están fundamentados en temas mas serios, profundos y dramáticos. Volaremos de nuevo sobre la historia, para reconocer a algunos de los cientos de escritores que pusieron su mente y su imaginación al servicio de nuestra lírica. España es cuna de grandes escritores, en particular y si nos centramos en el siglo XVII, es obligado recordar a Francisco de Quevedo (1580-1645), Tirso de Molina (1581?-1648), Miguel de Cervantes (1547-1616), quien murió al mismo día y año que William Shakespeare el 26 de Abril de 1616, Baltasar Gracián (1601-1658), Luis de Góngora (1561-1627), Lope de Vega (1562-1635) y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Es en esa época cuando el teatro español alcanza la cúspide de este difícil arte y es curiosamente cuando aparecen obras teatrales españolas acompañadas, al principio mas tímidamente, de música, para posteriormente dar lugar al nacimiento de nuestra zarzuela. Es Don Pedro Calderón de la Barca quien a mediados del siglo e influenciado por su maestro Lope de Vega, escribe obras teatrales aderezadas de suficiente contenido musical, como para que sean reconocidas posteriormente como las primeras zarzuelas. Títulos como El jardín de Falerina (1648 - no todos la consideran una zarzuela), El golfo de las sirenas (1657), El laurel de Apolo (1658) etc. son los que traen al mundo este tipo de teatro lírico en español. Unos primeros detalles, claves en nuestro estudio, es el comprobar que de las primeras zarzuelas se conserva generalmente el texto, pero no la música; se conoce el autor del texto, pero no el de la parte musical; se asocia la obra al autor del texto y no al autor de la música. ¿Viene todo ello a mostrar que era mas importante, en esa época, el libreto que la partitura? Este hecho no se mantiene a lo largo del tiempo, el peso de la partitura frente al libreto va perdiendo fuerza hasta llegar al siglo XX, en el que pocos conocen el nombre del libretista, asociando el título de la obra al autor de la música. Tuve la experiencia de realizar una pequeña encuesta entre aficionados al género, no expertos, a los que hacía tres preguntas: ¿podrían decirme el nombre de diez autores musicales de zarzuela? ¿Podrían decirme el nombre de tres libretistas?. ¿Podrían decirme los nombres de los autores de la letra y de la música de Doña Francisquita, La verbena de la Paloma y El barberillo de Lavapiés? Los resultados fueron sumamente curiosos. Gran parte de los entrevistados fueron capaces de darme los diez nombres de compositores, muy pocos recordaban el nombre de tres letristas y casi ninguno fue capaz de aportar los nombres de los autores, del texto y de la música, de las tres obras antes mencionadas. Si retornamos al pasado, como si fuéramos dueños del tiempo, nos encontraríamos a cientos y cientos de escritores que prestaron su pluma para pasar a formar parte de ese grupo de libretistas del teatro lírico en español. No es objeto de este artículo listar uno a uno sus nombres y sus obras, pero sí mencionar a muchos de ellos, por su transcendencia, calidad, volumen de actividad, u otras curiosidades.
Sin olvidar a muchos otros, que dejaron su huella grabada en el tiempo, como José María Arozamena, Celso lucio, Javier de Burgos, Juan José Cadenas, Sinesio Delgado, Luis Eguilaz, Luis Pascual Frutos, Luis Fernández Ardavín, Emilio González del Castillo, Antonio Solís, Juan Bautista Diamante, José Cañizares, Antonio Zamora, José Muñoz Román, Antonio Quintero, Francisco Ramos de Castro, José Ramos Martín, Julián Romea Parra, Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Anselmo Cuadrado Carreño, Fiacro Yrayzoz, Miguel Ligero, José Estremera, Antonio García Gutiérrez, José Jackson Veyán,
Pero como curiosidad no podemos olvidar a los muchos que fueron
grandes literatos y de forma mas o menos puntual prestaron sus textos a nuestro
teatro lírico. En este apartado citaremos a Pío Baroja
(Adiós a la bohemia), Jacinto Benavente premio Nobel de
literatura en 1922 (La fuerza bruta, Viaje de instrucción,
La copa encantada, Los cachorros, La sobresalienta),
Joaquín Calvo Sotelo (Un millón de rosas), Camilo
José Cela premio Nobel de literatura en 1989 (María
Sabina), Agustín de Foxá (Baile en capitanía),
Juan Eugenio Hartzembusch (Los amantes de Teruel, La alcaldesa de
Zamalamarra), Juan Ignacio Luca de Tena (El huésped del
sevillano, La perrichola), Alvaro de la Iglesia (El corderito
verde), Pedro Llabrés (Aquella noche en Bahía, La
reina fea, Rosa la pantalonera), Juan Vélez de Guevara
(Los celos hacen estrellas), Pedro Muñoz Seca (Pepe Conde,
La orgía dorada), José María Pemán (Lola
la piconera, Las viejas ricas), Tamayo y Baus (Don Simplicio
Bobadilla), Adelardo López de Ayala (Los comuneros, El
conjuro), José Zorrilla (Amor y arte, Camoens),
Nuñez de Arce (Entre el alcalde y el rey) Enrique Jardiel Poncela
(Carlo Monte en Montecarlo), Eduardo Marquina (El collar de
Afrodita), Diego Torres de Villarroel (La armonía entre lo
sensible), Mariano José de Larra (El rapto), Miguel Mihura
(Pajaritos y flores), Feliú I Codina (La Dolores), Manuel
Machado (El pilar de la victoria), Jose María Pereda (Blasones
y talegas) etc. etc. etc.
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