El barberillo de Lavapies (Barbieri) Teatro de la Zarzuela, 2006 (© Jesus Alcantara)

Francisco Asenjo Barbieri / Luis Mariano de Larra
El barberillo de Lavapiés

Teatro de la Zarzuela
(Madrid, 11 March 2006)


Christopher Webber


A vueltas con la tradición

Todos sabemos que la tradición es poco más que une recherche du temps perdu. El hecho de que algunos “guardianes de la tradición” hayan roto solemnemente sus entradas para no ver el suspuesto ultraje que Calixto Bieito cometía con El barberillo de Lavapiés viene a corroborarnos ese particular. La producción de Bieito ha supuesto un gran éxito de público basado en la imaginativa y cuidadosa tarea de dirección de su magnífico reparto. También han contribuido al feliz suceso los grandes valores corales, coreográficos y de producción aportados por su equipo artístico. Pero no menos importante que reparto y equipo artístico ha sido el respeto hacia la creación artística original de Barbieri y de Larra, un respeto que va más allá de la mera tradición.

Una vez dicho esto resulta difícil entender cuál es el motivo de tanto lío. La mala fama condena al inocente. Pero, como en el caso de La verbena de la Paloma vista en España y en Edimburgo hace unos pocos años, esta producción es una propuesta artística bastante conservadora –teniendo en cuenta los usos teatrales europeos y del propio Bieito–, aunque bellamente realizada empleando las más modernas técnicas escénicas. En cuanto al vestuario, ¿qué tiene de transgresor? Pues nada. Los personajes nobles, los guardias valones y muchos otros están vestidos con trajes de corte dieciochesco de gran fidelidad a los originales. Solamente Lamparilla, con una eternamente subversiva cazadora de cuero, su espabilado mancebo Lope y la Paloma, vestida con una comóda chaqueta de algodón, tienen atuendos que nos acercan al presente, hasta que al llegar al final del montaje, y en un efectivo coup de theatre, la maloliente ratonera que constituye el escenario gira sobre sí misma para mostrar su estructura trasera de acero engalanada con toda la compañía ataviada a la moda de los años ochenta, auténtico cuadro viviente del Madrid de Almodóvar, con travestis y drogadictos incluidos. ¿Que aparecen actores haciendo sus necesidades fisiológicas sobre las tablas? Bueno, efectivamente, hay algunas escenas que podrían escandalizar a nuestras abuelas, como ese momento espectacularmente divertido en el cual un Don Luis borracho y desesperado aparece en un balcón y tras vomitar inconscientemente se mea sobre una Marquesita que huye.

Por tanto vemos que en este montaje hay mucho humor y no menos anarquía, pero que nada es para rasgarse las vestiduras. Bieito recorta los diálogos de forma sustancial, convirtiendo los tres actos originales en un solo periodo continuo. Sin embargo su narrativa es de una claridad cristalina y, al igual que el contenido musical, sin mancha. Por tanto por aquí tampoco hace aguas el barco. No, no, lo que realmente para algunos supone una profanación, es algo más sutil –una subversión consciente de la tradición. Un telón que reproduce un detallado plano del Madrid del siglo XVIII recibe al espectador; nada más tradicional. Pero en cuanto empiezan a sonar los primeros compases de la partitura, Lope, un joven gamberro larguirucho vestido de rapero y que va dando sorbos a una lata de Coca Cola, sale de detrás del telón y comienza a trazar sobre el plano de manera significativa los límites del barrio de Lavapiés mientras desafía al público con esa mirada cómplice y lasciva exclusiva de los adolescentes hiperhormonados. Lope, papel desempeñado con justeza por el joven actor Daniel Esparza, continuará apareciendo inopinadamente a lo largo de todo el montaje en lo que es un perturbador complemento moderno al espíritu eternamente travieso aunque pleno de una picardía desinteresada, que tan bien pintan de Larra y Barbieri en su barberillo. Ellos, y no Bieito, crearon ese mundo en el que un cambio de régimen no supone más que un cambio de traje, donde el escepticismo sobre la política es endémico y en el que sólo la vitalidad irreprimible de la gente les salva del colapso.

El barberillo de Lavapies (Barbieri) Teatro de la Zarzuela, 2006 (© Jesus Alcantara)
Lamparilla (Moncloa) se dirige a la multitud
ante la omnipresente mirada de Lope

En el caso de que lo que acabamos de decir resulte difícil de ser tomado seriamente, debemos enfatizar de nuevo la eficaz cualidad conmovedora de esta producción, ligera pero a la vez contundente, y la maravillosamente atractiva relación entre los personajes. La coreografía de Ramón Oller es una efectiva mezcla de jota, seguidillas y pasos de soft-shoe shuffle. El baboso y pervertido Don Pedro de Francisco Maestre está a un paso de la sobreactuación. Por su parte la Paloma de Beatriz Lanza, el Don Luis de Julio Morales y la Marquesita de Elena Rivera son encarnados con gran viveza. Bieito no se limita a dejar a sus actores pisar las tablas y declamar. El dúo del acto segundo entre Rivera y Morales es una muestra viva y fluida de la escenificación de toda una serie de frustraciones sexuales y políticas mezcladas con una creíble explosión de pasión. Ningún elogio podrá ser suficiente para describir la altura a la que Marco Moncloa lleva su Lamparilla. El papel resulta demasiado agudo para su correcta emisión baritonal, pero su ingeniosa forma de iluminar texto cantado y música es tan convincente como su actuación hablada, lo que es decir mucho. Lanza no estuvo vocalmente a su propia altura; hay en su cálida aunque no idealmente sostenida voz de mezzosoprano un pronunciado temblor. Sin embargo teatralmente se desenvuelve con soltura. El final de la representación resulta de un recogimiento conmovedor. Quedando juntos en escena tras el tumultuoso torbellino de actividad, toda la pasión se descarga finalmente entre la Paloma y su amado barberillo; las luces se apagan entonces obligándonos discretamente a dejarles solos.

Para la mayor parte del público éste ha sido un barberillo memorable, bien pensado y sumamente entretenido. Luis Mariano de Larra no fue un genio literario, pero sí un hombre hábil con una visión lúcida del tiempo en que vivía. Tomando como punto de partida el texto del libretista, Bieito ha recuperado su espíritu para presentárselo al público de hoy en día. Su aproximación dota al montaje de un adecuado fondo para el drama, mejor si cabe que el proporcionado por la propia música. El director de escena se muestra convencido de que la más popular zarzuela de Barbieri no es una frágil ancianita sin vigor sino una atractiva joven con fuerza suficiente como para tenerse en pie por sus propios medios sin hacer concesiones a la politesse o al Buen Gusto con mayúsculas. Bieito presenta una propuesta escénica que obliga al espectador a cuestionarse lo que está viendo, y que muy posiblemente ya ha visto antes en varias ocasiones; para ello muestra un compromiso y una confianza ciega en la obra de Barbieri que provocan el reencuentro del público con una chef d'oeuvre del teatro lírico, vibrante, divertida, plena de bellas melodías y con un reivindicativo trasfondo social que, sorprendentemente, ha perdido hoy muy poco de su afilada agudeza. En una velada tan buena como ésta cualquiera que haya ido a ver El barberillo por primera vez y sin prejuicios, sin ningún género de dudas habrá salido muy estimulado. Ésta es, mis celosos “guardianes”, la única tradición digna de ser conservada y eso es precisamente lo que Calixto Bieito ha defendido.

© Christopher Webber 2006
© Ignacio Jassa Haro (Traducción) 2006


El barberillo de Lavapiés
zarzuela en tres actos
música de Francisco Asenjo Barbieri
libro de Mariano de Larra

Reparto: Beatriz Lanza (Paloma); Elena Rivera (Marquesita); Marco Moncloa (Lamparilla); Julio Morales (Don Luis de Haro); Francisco Maestre (Don Pedro de Monforte); Luis Álvarez (Don Juan de Peralta); Daniel Esparza (Lope); Amalia Barrio, Xavier Pascual (dos voces). Coro del Teatro de la Zarzuela (Antonio Fauró - director); Orquesta de la Comunidad de Madrid; Miquel Ortega (director musical); Calixto Bieto (director); Mónica Quintana (director de escena); Mercè Paloma (figurines); Ramón Oller (coreógrafa); Xavier Clot (diseñador de iluminación)

El barberillo de Lavapies

Producción del Teatro de la Zarzuela (1998)

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portada de zarzuela.net