Sorozábal · Romero y
Fernández-Shaw No debería sorprendernos que Luis Olmos haya hecho de su Tabernera un auténtico "cómic lírico" en tres actos si nos atenemos al origen literario de la obra, muy cercano al mundo de la historieta gráfica. Aunque María del Mar Mañas -encargada de las cuidadas notas al ahora raquítico programa de mano- apenas haya tenido sitio para contarlo, el texto por ella firmado nos remite a su documentado artículo en el bello libreto publicado en 2006 con motivo del estreno de esta misma producción, que a buen seguro debió leer Olmos antes de que el telón se levantara por vez primera. Exploraba entonces esta autora la génesis del libro de Romero y Fernández-Shaw reproduciendo un "romancillo marinero" con texto del propio Romero e ilustración de Rogelio Martínez Baldrich publicado en la prensa diaria madrileña en 1935 y que sirvió de punto de partida a la trama argumental de la obra musicada por Sorozábal. En esta última, Romero se autocitará al hacer que Abel lo declame repartido entre dos momentos de la zarzuela: en el número que abre el acto primero, cuando se está presentando la acción, y al comienzo del segundo cuadro del acto tercero, cuando se da por muertos a Marola y Leandro. El montaje de Olmos ha madurado en los tres años y medio transcurridos desde que viera la luz por vez primera. Si entonces la partitura fue despojada algo gratuitamente del intermedio instrumental entre los dos cuadros del tercer acto, ahora se le ha cortado también el terceto cómico del segundo acto. En cualquier caso el tema principal del terceto es retomado en el número con que se cierra su acto y, por descontado, el intermedio es una versión instrumental del dúo cómico entre Antigua y Chinchorro, por lo que apenas se nos escamotea una nota de la música escrita por Sorozábal y sí que se logra a cambio una concentración de la acción que favorece la transmisión de la tensión dramática: Porque se ofrecen concatenados y sin solución de continuidad los tres actos de este romance marinero. Creemos que es un pequeño peaje a pagar a cambio del poderosísimo resultado teatral logrado. Ya se hizo mención elogiosa, con motivo del estreno, de la dirección artística de este trabajado montaje [véase la crítica de Enrique Mejías García], y a ese texto remitimos al lector no sin antes consignar nuestro aprecio por su resultado plástico. También se valoraron entonces como acertadas las claves de la dirección escénica de Olmos. Concentraremos, por ello, nuestros comentarios en la interpretación brindada desde el foso y desde el escenario en esta nueva cita. La batuta de José Miguel Pérez Sierra ha sido lo enérgica y a la par dúctil que esta apasionada pero también evocadora partitura requiere. No sólo ha sabido dar aliento a los cantantes, sino que además ha logrado extraer los colores brumosos que la escritura de Sorozábal trazó tan hábilmente sobre el pentagrama. La voz de Carmen González se ha quedado pequeña ante la densidad sonora desplegada por los disciplinados Coro y Orquesta titulares, aunque eso no ha impedido que casi todas sus intervenciones canoras hayan resultado teatralmente convincentes. La excepción a esa norma sería su romanza del segundo acto (uno de los momentos más "blandos" de la obra, con perdón de sus numerosos entusiastas) donde su instrumento no le permitió apianar en los pasajes de agilidad como hubiera sido deseable. Alex Vicens nos sorprendió muy positivamente como Leandro con un canto natural y sin tensiones que supo dotar del grado justo de lirismo a todas sus partes, a pesar de una salida comprometida en su romanza del acto segundo. Creemos que esa virtud dotó de un relieve inusitado al personaje más desdibujado del terceto protagónico. El Juan de Eguía de Juan Jesús Rodríguez, siendo intachable en su ejecución, nos produjo precisamente el efecto contrario al del Leandro de Vicens, pues la tensión no le abandonó en la mayoría de sus intervenciones cantadas. Las tablas escénicas de Rodríguez son, no obstante, notables y ayudaron a disipar el efecto de ese problema vocal.
Deseamos reiterar nuestras felicitaciones a Luis Olmos por el acierto en la concentración de la acción, aunque no podamos dejar de mostrar nuestra disconformidad con el recurso a anunciar a bombo y platillo la presencia de José Bros en el cartel cuando tan sólo ha cantado tres de las dieciocho noches en que se ha levantado el telón. Por otro lado, estimamos demasiado cercana la fecha del estreno de este montaje como para que tenga que ser repuesto, habiendo tantos títulos grandes y chicos que piden a gritos su oportunidad. No nos vale la excusa de que se ha vuelto a montar porque otros teatros demandaban esta producción pues por lo que el propio Teatro de la Zarzuela ha anunciado, en la presente temporada el montaje tan sólo viajará a Santander. ¡Nosotros no vamos a picar en el anzuelo! © Ignacio Jassa Haro 2009
English resumé of this review 9/XI/2009 |