La mala sombra
El mal de amores


Música: José Serrano
Libro: Serafín y Joaquín
Álvarez Quintero


Teatro de la Zarzuela


(Madrid, Abril-Mayo 2004)

Ignacio
Jassa Haro

Tomas Saavedra Barrera
Serafín y Joaquín Álvarez Quintero

Homenaje a Apolo ...
Nuevo éxito del Teatro de la Zarzuela

La espectacular recreación de los modos teatrales del Madrid fin de siglo llevada a cabo bajo las directrices de Francisco Nieva en este programa con dos sainetes de los Quintero musicados por José Serrano, es la clave de dicho resultado. Recreación hecha con un mimo que muestra infinita admiración y respeto por una apasionante historia teatral plena de grandes logros artísticos. Estamos hablando de la gran tradición del teatro por horas, esto es, del célebre género chico, una de las más importantes aportaciones de la cultura española al teatro universal. Este fenómeno teatral tuvo a la música como principal cómplice correspondiendo a las zarzuelas los mayores triunfos del teatro chico. De hecho analizando el fenómeno desde una óptica exclusivamente musical, se puede decir sin temor a caer en la exageración y hecha excepción de la música pop del siglo XX, que los compositores de género chico son los músicos españoles más aplaudidos de la historia, los que más alto grado de complicidad encontraron con su público.

Las dos obras reunidas para la ocasión fueron estrenadas en la primera década del siglo XX y son unos ejemplos anacrónicos de género chico asainetado. El teatro por horas, que había llegado al máximo de su apogeo entre mediados de los años ochenta y mediados de los noventa, alcanza el siglo XX con un cierto agotamiento de sus fórmulas. El sainete – madrileño o como en este caso andaluz – no gozará de gran predicamento en ese momento. Pero los Quintero dominan a la perfección su escritura y encuentran en José Serrano al cómplice ideal que sabe enriquecerlos con su epidérmico andalucismo y su auténtico casticismo.

La elección de los dos sainetes que se representan es acertada por los nexos de unión estilística y espiritual que hay entre ambas obras pero sobre todo por los contrastes que se aprecian; todo ello dota al espectáculo de la coherencia necesaria así como de una deseada variedad.

La mala sombra (c) Teatro de la Zarzuela, Jesús Alcántara
La mala sombra: Pepa la Garbosa, los tres tuertos (Peregrín, Juan de Dios and Badana), Curro Meloja y Angelillo

La mala sombra (1906) es un maravilloso ejercicio de virtuosismo en la técnica del diálogo. Un argumento minimalista, la mala suerte que tiene Baldomero en sus negocios, es excusa suficiente para desarrollar un extraordinario catálogo de situaciones cómicas y aromas populares urbanos a los que se suman las ilustraciones musicales que propone el talento musical de Serrano. Por su parte El mal de amores (1905) tiene una mayor elaboración argumental. Una joven enamorada huye de su casa para no tener que casarse con el hombre que le imponen; recala en una venta en la que ha quedado con su novio y donde intenta encontrarla el hombre con quien se tenía que casar. Diversas peripecias acaban permitiendo un final feliz. La tragedia asoma a la obra en forma de una gitanilla a la que la guardia civil lleva prendida por haber apuñalado a su novio; pero tras conseguir impresionarnos nos libera del horror pues las heridas que la joven infringe a su amante no le producen la muerte. En esta obra hay un romanticismo trasnochado que trasciende la historia e impregna la música, dotando con ello a la partitura de mayor unidad. De nuevo el diálogo y el humor llaman la atención por su cuidada escritura el primero y por su fina y elegante dimensión el segundo.

Francisco Nieva es un gran conocedor y admirador de la manera teatral que se desarrolló en teatros tan emblemáticos como Variedades, Eslava, Lara e incluso La Zarzuela, pero por encima de todos Apolo, y es capaz de plasmar en la puesta en escena de La mala sombra y El mal de amores los aspectos definitorios de la forma de hacer teatro musical que dichos teatros acuñaron. Nieva lleva a cabo su aproximación al fenómeno del teatro por horas desde sus dos ámbitos de responsabilidad: el dramatúrgico y el artístico.

El género chico fue género de actores, de grandísimos actores. Sus grandes éxitos dependieron ante nada de los cómicos. Se desarrolló una especialidad teatral singular como fue la de actor de género chico y otra todavía más especial, la de actor-cantante de zarzuela chica. Una mirada hacia el género desde la actualidad exige, y Nieva lo certifica con su espléndida dirección de actores, cuidar al máximo el conjunto del reparto. Pero Francisco Nieva introduce además toques foráneos en la interpretación tradicional del sainete como son la caracterización exageradamente caricaturesca de algunos personajes o la ruptura del ritmo de la obra en algunos momentos con escenas a cámara lenta acompañadas de un sonido orquestal agresivo y de una iluminación diferente.

Los actores, actores-cantantes y cantantes tienen una homogénea altura interpretativa. En La mala sombra destacaremos los roles cantados de Milagros Martín (Pepa la Garbosa), Enrique Ruiz del Portal (Angelillo) y Pilar Jurado (Leonor) buenísimos en escena y al cantar. En el amplio equipo actoral que completa el reparto mencionaremos el Baldomero de Juan Meseguer y el Curro Meloja de Emilio Gavira. Por lo que respecta a El mal de amores habremos de destacar de nuevo al elenco vocal al completo: Mar Abascal (Carola), Enrique Baquerizo (Rafael), Pilar Jurado (Mariquilla), Javier Alonso (Antoñillo) y Amanda Serra (La Amapola); entre los cómicos José Lifante como Don Lope y Francisco Maestre como Señor Cristóbal hacen auténticas creaciones. Todos ellos son de cualquier modo dúctiles piezas que Francisco Nieva mueve con inteligencia para contarnos estas dos bellas historias.

En cuanto a los aspectos artísticos, la importancia que en la zarzuela chica adquirieron las escenografías y el esmero puesto en los múltiples detalles materiales de la puesta en escena (como el atrezzo, el vestuario o la iluminación) acercan el género – sin poder achacarlo a ninguna ambición emuladora – a los admirados usos operísticos.

La escenografía se ha realizado aplicando las nuevas tecnologías que han permitido obtener un acabado semejante al de los telones pintados del siglo XIX. Así, a partir de unos bocetos originales de Francisco Nieva, el pintor José Pedreira ha elaborado unas versiones mucho más acabadas que se han ampliado dando la sensación de haber sido pintadas a gran escala. Estos telones de preciosista estética reflejan al milímetro los pormenores de la realidad que ilustran, pero a la vez nos revelan su carácter de artificio al representarse con pliegues como si de una tela medio descolgada se tratara. Una boca de escenario pintada con aparatosos cortinajes y con puertas practicables actúa de marco físico común para ambas obras; además de crear un vínculo entre las dos partes del espectáculo actúa como invitación permanente a la inmersión en el maravilloso mundo de la realista ficción teatral.

La única decoración de La mala sombra – una tienda de aperitivos y limpiabotas – a más de mostrarnos con todo lujo de detalles un modesto pero dignísimo establecimiento del ramo, presenta a modo de collage varias imágenes estereotípicas de la España de comienzos de siglo, desde el anuncio de Anís del mono de Ramón Casas hasta una especie de país de abanico ilustrando un fragmento de tendido de plaza de toros, reflejo quizá del propio público en escena en este juego permanente entre realidad y ficción. El fin de la mala sombra del establecimiento de Baldomero hace que se despejen las nubes de esa lluviosa Sevilla y con ello que el escenario nos deje ver un telón de fondo con el evocador paisaje urbano que habíamos entrevisto durante toda la obra.

El mal de amores (c) Teatro de la Zarzuela,Jesús Alcántara
El mal de amores: Don Lope, Mariquilla y el Señor Cristóbal

Por su parte el acto único de El mal de amores es precedido durante la interpretación de la introducción musical por un forillo con el correspodiente paisaje, en este caso rural. Pero si para el caso de La mala sombra el referente inmediato eran los fondos de paisaje de la pintura costumbrista sevillana para el presente un toque surrealista invade la aparente imagen fidedigna. Comenzada la acción la escena ilustra hasta el final la venta del pozo del mal de amores. De nuevo el fondo que se adivina se convierte en foco visual del escenario contando el interior más o menos sombrío con todos los detalles caracterizadores necesarios. El triunfo del amor nos lleva a otro horizonte despejado aunque aquí la estética de película del oeste se impone; un detalle de la puesta en escena ya había anticipado este guiño cinematográfico (la salida al escenario de Don Ramón y Felipe, los perseguidores de la protagonista, acompañados de un vendaval como si de dos forajidos se tratase).

El vestuario forma parte con plenitud del cuadro de costumbres que se ilustra; pero de nuevo ciertos personajes (los tres tuertos de La mala sombra y Don Ramón y Felipe en El mal de amores) son caracterizados sarcásticamente a través de indumentarias que sugieren su siniestro sino. La iluminación pretende rememorar los procedimientos decimonónicos: los focos siguen a los actores quedando el resto del escenario en penumbra. En El mal de amores, los momentos antes aludidos de cámara lenta se remarcan con un flash fotográfico; en La mala sombra pasa algo parecido con la riña de Taburete y Potito.

Saliendo del ámbito de responsabilidad del director artístico quedan por comentar los resultados musicales. La orquesta alcanza sus mejores momentos cuando el lirismo de El mal de amores se adueña de la escena. Durante los números musicales cómicos de ambas obras los cantantes tienen en el foso un eficaz cómplice aunque a veces la orquesta se los come; los problemas de dicción que algunos solistas tienen al cantar se suman a ese hecho comprometiendo la eficacia escénica de estos números, tan importantes en la zarzuela chica. En cualquier caso Miguel Roa, que ha revisado ambas partituras y firma la edición crítica que publicará el ICCMU, es un enamorado de estas músicas y eso se nota.

Este espectáculo reivindica desde la opción de una lectura ortodoxa que no tiene por qué ser la única, una presencia en nuestra programación de las obras de género chico en unas condiciones de puesta en escena que hagan justicia a sus peculiaridades, especialmente dramatúrgicas y musicales. El desprestigio social del género chico y su infravaloración artística se explican en gran medida al ver el secular maltrato escénico al que se ha visto sometido y que se hace especialmente evidente tras presenciar eventos tan brillantes como éste.

© Ignacio Jassa Haro, 2004


Reparto, La mala sombra: Pepa la garbosa - Milagros Martín; Leonor - Pilar Jurado; La sorda - Milagros Ponti; Baldomero - Juan Meseguer; Angelillo - Enrique Ruiz del Portal; Taburete: José Carlos Gómez; Peregrín - Sergio de Frutos; Juan de Dios - Paco Torres; Badana - Juan Matute; Curro Meloja - Emilio Gavira; Potito - Raúl Talavera; Un forastero - Juanma Navas; Manolo - Carolo Ruiz; Luis - Héctor Gómez Lazcano; Chquillos - Antonio Palomo, José Palomo, Adrián Portugal.

El mal de amores: Carola - Mar Abascal; Mariquilla - Pilar Jurado; La Amapola - Amanda Serna; Rafael - Enrique Baquerizo; Don Lope - José Lifante; Señor Cristóbal - Francisco Maestre; Antoñillo - Javier Alonso; Don Ramón - Juan Matute; Felipe - Juanma Navas; Campesinos y Guardias Civiles - Alejandro López Machucha, Miguel Ángel Gallardo; El mayoral - Paco Torres; Un soldado - Carolo Ruiz; Un estudiante - Héctor Gómez Lazcano; Un pasajero - José Carlos Gómez; Un fraile - Ismael Fritschi; Un chiquillo - Adrián Portugal; Rovira - Sergio de Frutos.

Orquesta de la Comunidad de Madrid; Dirección musical - Miguel Roa; Dirección de escena y escenografía - Francisco Nieva; Figurines - Rosa García Andújar; Coreografía - Nuria Castejón; Illuminación - Juan Gómez-Cornejo; Caracterización especial - Arturo Balseiro Santos; Ayudante de dirección y escenografía - José Pedreira.


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